Ante la sospecha de bruxismo es fundamental acudir al dentista lo antes posible, ya que el tratamiento temprano puede prevenir daños más graves en los dientes y aliviar los síntomas asociados a este trastorno (dolor, desgastes, sensibilidad…). Hoy en día, uno de los principales tratamientos para el bruxismo es el uso de neuromoduladores. A continuación, vamos a ofrecerte más detalles.
¿Qué es el bruxismo?
El bruxismo es un acto involuntario que consiste en apretar y/o rechinar los dientes, lo que provoca que las superficies de las piezas dentales superiores e inferiores choquen constantemente.
Por lo general, el bruxismo tiene su origen en el estrés, ya que la tendencia a rechinar y/o apretar los dientes es una forma de liberar la tensión acumulada. Se produce debido a una serie de movimientos involuntarios de los músculos de la masticación, los cuales se contraen y generan una sobrecarga en los propios músculos implicados y en las articulaciones de la zona. Por ello, el bruxismo suele derivar en dolores crónicos (mandíbula, cabeza, cuello…), desgastes y fracturas en los dientes y trastornos en la articulación temporomandibular (ATM).
El rechinamiento y/o apretamiento de los dientes puede ocurrir durante el día (bruxismo diurno) o durante la noche (bruxismo nocturno), siendo esta última situación la más común. Además, este trastorno puede afectar tanto a adultos como a niños.
¿Qué son los neuromoduladores?
Los neuromoduladores son unas sustancias químicas que modifican la actividad neuronal en el sistema nervioso. Por tanto, permiten regular la comunicación entre las neuronas y la manera en que las señales se procesan en el cerebro.
En el caso del bruxismo, los neuromoduladores pueden bloquear la transmisión de los estímulos que van desde las neuronas del cerebro hasta los músculos. Una vez aplicados los neuromoduladores sobre unos determinados músculos, estos ya no reciben la señal de contracción por parte del cerebro.
¿Cómo se usan los neuromoduladores para tratar el bruxismo?
Hoy en día, el uso de neuromoduladores en el tratamiento del bruxismo es cada vez más frecuente. Esto se debe a que dichas sustancias pueden utilizarse tanto como primera opción de tratamiento como para pacientes que no han respondido bien a las terapias convencionales, como la férula de descarga.
A continuación, describimos el proceso que se suele seguir para tratar el bruxismo con neuromoduladores:
- Administración de anestesia tópica: los neuromoduladores se inyectan en pequeñas cantidades mediante unas agujas muy finas, lo que reduce al mínimo las molestias. Por ello, no suele ser necesario administrar anestesia local. En la mayoría de las ocasiones, únicamente se utiliza un anestésico tópico para adormecer la zona.
- Infiltración de los neuromoduladores: los neuromoduladores se inyectan en los músculos maseteros y temporales, que son los principales músculos implicados en la masticación. Por lo general, la infiltración de los neuromoduladores dura unos pocos minutos, aunque hay que tener en cuenta que la duración de este paso depende del número de infiltraciones que sean necesarias. A su vez, esto viene determinado por la severidad del bruxismo.
- Pautas tras el procedimiento: por lo general, los pacientes pueden retomar sus actividades habituales inmediatamente después de haber inyectado los neuromoduladores. Sin embargo, en las 48 horas posteriores al tratamiento se deben evitar los masajes en la zona donde se han infiltrado los neuromoduladores, para evitar su dispersión.
- Efectos secundarios: la infiltración de neuromoduladores puede ocasionar algunos efectos secundarios leves que tienden a desaparecer a las 48 horas. Los principales son un ligero enrojecimiento, inflamación y moratones en la cara.
- Relajación de los músculos: la infiltración de los neuromoduladores produce una parálisis muscular que reduce significativamente la actividad del músculo afectado. Sin embargo, los neuromoduladores necesitan algo de tiempo para actuar sobre la musculatura. Por tanto, sus efectos empiezan a notarse pasados unos días (entre 48-72 horas después del tratamiento). Unos 15 días después, el paciente suele notar los efectos del tratamiento al completo.
- Seguimiento: 15 días después de haber inyectado los neuromoduladores suele ser recomendable realizar una visita de seguimiento. En ella, el odontólogo podrá valorar la eficacia del tratamiento y determinar si resulta necesario realizar una infiltración adicional.
¿Qué problemas resuelven los neuromoduladores?
Los neuromoduladores contribuyen a reducir el apretamiento y/o rechinamiento de los dientes, lo que puede resolver varios problemas asociados:
- Dolor de mandíbula: el bruxismo puede causar un dolor significativo en los músculos de la mandíbula, principalmente en los músculos maseteros y temporales. Los neuromoduladores ayudan a relajar los músculos, lo que reduce las contracciones involuntarias y disminuye el dolor asociado a la sobrecarga muscular.
- Desgastes dentales: el apretamiento y/o rechinamiento constantes producen un desgaste progresivo en el esmalte de los dientes, el cual puede derivar en fracturas dentales. Por tanto, los neuromoduladores ayudan a proteger los dientes.
- Sensibilidad dental: la sensibilidad dental puede ser una consecuencia del bruxismo, ya que el desgaste del esmalte dental puede exponer las capas internas del diente (que contienen terminaciones nerviosas) y provocar sensibilidad.
- Trastornos en la articulación temporomandibular: los trastornos de la ATM asociados al bruxismo pueden incluir dolor en la articulación, ruidos o crujidos en la mandíbula y dificultad para abrir y/o cerrar la boca. Al reducir la actividad de los músculos, los neuromoduladores evitan los espasmos musculares y la presión sobre la ATM, mejorando su funcionalidad y reduciendo los síntomas.
¿Cuánto duran los efectos de los neuromoduladores para el bruxismo?
Por lo general, los efectos de los neuromoduladores para el tratamiento del bruxismo suelen durar entre seis meses y un año. Sin embargo, este período de tiempo puede variar de un paciente a otro debido a factores individuales como la dosis administrada, el metabolismo de la persona y la severidad del bruxismo.
Dado que la duración de los efectos puede variar es necesario acudir a revisiones periódicas con el dentista entre una y dos veces al año. De esa manera, el odontólogo podrá valorar la eficacia del tratamiento y determinar cuándo es necesario programar una nueva infiltración.
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